El reverendo Dr. Martin Luther King el 28 de agosto de 1963 decía en su ahora famoso discurso, que tenía un sueño, "de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serían capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad". El pasado jueves otro reverendo Al Sharpton, en una ceremonia religiosa en honor de George Floyd, señaló que "en Estados Unidos los negros no habían logrado lo que se había soñado, simplemente porque Ustedes tienen su rodilla en nuestro cuello". El reverendo continuó: "¿América la grande? ¿La grande para quiénes? Porque nunca lo ha sido para los negros, para los latinos, o para las mujeres. Pero haciendo referencia a un texto bíblico, señaló que para todo existen tiempos y temporadas, y que cuando en algunas marchas los blancos superan a los negros en las protestas, eso significa que este es un tiempo y una temporada diferentes". George Floyd murió ahogado no por el coronavirus sino por algo de mayor letalidad, el racismo. De las calles vacías por la cuarentena, hoy las avenidas de Estados Unidos se llenan de ira y de cansancio. Bob Dylan diría que un país que necesita dispersar violentamente a quienes protestan para que una persona asista a un templo con una biblia en la mano, no merece tener a Dios de su lado.
En tanto en Hong Kong, las horas más negras están por venir, el pasado mes de mayo China impuso su ley anti todo lo que no le guste al partido en el poder. La protestas en Hong Kong llevan años y su lucha por independencia, décadas. La policía actúa con la misma brutalidad que la utilizada contra los negros en los Estados Unidos. Lo curioso, China critica a Estados Unidos y Estados Unidos a China. ¿Se acuerdan allá por marzo o abril, la cantidad de videos, unos más bonitos que otros, que hablaban del renacimiento de la raza humana? ¿De que el coronavirus había venido para demostrarnos lo que podríamos lograr de estar unidos? Tiempos de pandemia, hemos regresado a la normalidad y a este México también lleno de protestas de los unos contra los otros, de fifis contra chairos y de indígenas en el hambre eterna. Todo aderezado con metralla y tumbas con cuerpos que algún día tuvieron rostros y sueños. Es el caso de un albañil, humilde de nombre Giovanni López muerto después de haber sido detenido con lujo de violencia por la policía del municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos en Jalisco. ¿Su pecado aparente? no llevar cubrebocas.
Así, en este planeta pandémico quizá no podamos cambiar el racismo, tampoco la dictadura de un partido o la bestialidad de la policía, pero intentemos cambiar al país y para ello requerimos de un cambio profundo no de un cambio de dirección. Necesitamos quitar las raíces que nos hacen daño, ir de abajo para arriba, no de derecha a izquierda para regresar a la derecha. Haciendo como que se hace cuando en realidad nada se hace.
Sí, así es, lo que se necesita es una revolución no un cambio de dirección. Necesitamos revolucionarios y es aquí en este punto donde nos enfrentamos a la limitante. No necesitamos líderes de bolsillo y de mentalidad pueblerina, necesitamos mentes cuya personalidad sea congruente con el mensaje. Mohandas Karamchand Gandhi, el Mahatma, fue un revolucionario. Lo curioso es que sus ideas trascendieron los tiempos pero su ejercicio se olvidó a través de los años. En este contexto tampoco la religión nos es útil. Todas las religiones, todas, han buscado el poder terrenal en nombre de sus muy parecidas creencias espirituales. En algún momento de la historia de la humanidad todas han puesto su rodilla en el cuello de otros. Así que busquemos revolucionarios no líderes, que la utopía indique el caminar. Eduquemos las mentes con ejemplos reales, no con posibilidades para el futuro.