En varios países, incluyendo al nuestro, el personal médico ha sido estigmatizado y está siendo violentado por suponer que es fuente de contagio. La violencia doméstica se ha incrementado. Por alguna razón todavía no muy clara, las minorías presentan mayor número de casos; y por si todo lo anterior no fuera suficiente, la CEPAL acaba de publicar un escenario Post-COVID nada esperanzador para América Latina.
En fin, entre cansancio, aburrimiento, enojo, angustia, desesperación, impotencia y que sé yo, no hay tiempo para la reflexión. Entonces se baja la guardia y comienza a perderse la conducta de higiene que tanto necesitamos para evitar la infección personal y la transmisión comunitaria. Para estos momentos, todos contamos ya con un doctorado en epidemiología, por lo cual nos queda claro que el 95% de quienes adquieren el virus con más o menos síntomas, sobreviven. Lo que implica que nuestro hartazgo juega en contra nuestra y comenzamos a aceptar el riesgo del 5%. Por supuesto pensando que la probabilidad está de nuestra parte y además, pues no todos se infectan, es más solamente una minoría se contagia (a cifras gruesas en México hoy 9 de abril sería como a uno de cada cuatro mil, pero esto apenas comienza).
Bajamos la guardia en casa y entonces la transmisión comunitaria se dispara convirtiendo a la casa en el campo de batalla de la enfermedad. Se ha reportado que el riesgo de infección en el ambiente doméstico es mucho mayor que en el ambiente hospitalario. Simple, en la casa se dejan de tomar los cuidados requeridos y el contacto es directo, sin protección. En los ámbitos estudiados, el virus se ha encontrado en el aire, en el baño y literalmente hasta debajo de la cama.
¿Qué hacer? cómo combatir las diferentes percepciones de riesgo entre los miembros de una familia. Ahora sabemos que los adultos mayores son los que presentan los peores síntomas cuando enferman de COVID, pero en nuestro país entre obesos y diabéticos, la gama de edades de riesgo se incrementa. ¿Se imaginan a una familia con un adulto mayor, un diabético, un adolescente, con padres angustiados por la economía, teniendo que convivir forzadamente las 24 horas los siete días de la semana por espacio de dos meses?
Esta es la realidad y unos culpan al cambio climático, otros estigmatizan a los chinos, pero siempre tenemos al gobierno para volcar nuestros enojos. Preferimos entonces salir y arriesgarnos. Al fin y al cabo, las probabilidades están a nuestro favor. Esta es la realidad, efectos económicos del COVID vs efectos en salud del maldito virus.
Salir antes de tiempo, dejar la cuarentena significa una segunda oleada y el problema no está en la cantidad de infectados sino que, los servicios de salud ya afectados por la primera oleada de enfermos, no podrían con la segunda oleada. ¿Queremos ver cadáveres en las calles como en Ecuador?
Sí, es cierto, en el horizonte cercano existen algunos medicamentos muy prometedores, uno de ellos el Remdesivir ya curó a tres enfermos y ahora se prueba en varios países con distintos protocolos. En el horizonte lejano, muy lejano, llegarán las vacunas. Pero en corto, hoy, mañana, la próxima seman, nuestra única arma es nuestra conducta de alta higiene, no hay más.
En tanto recordemos, que los primeros cinco días de la infección son los más contagiosos. Fiebre, tos y quizá un poco dolor de cabeza. No importa nuestro estado de ánimo, no importa la economía. De la pobreza podremos salir, de la muerte jamás.