Las grabaciones de la serie “Las Muertas” bajo la dirección de Luis Estrada para la plataforma Netflix siguen causando revuelo en San Luis Potosí. Desde hace un par de semanas, los equipos de producción han hecho de sitios en el Centro Histórico los sets para retratar una de las más crudas historias sobre la explotación sexual, impunidad, corrupción y feminicidios en México.
Basada en el libro homónimo de Jorge Ibargüengoitia, la serie habla sobre el caso que saltara a los titulares de periódicos en los años sesenta como “Las Poquianchis”, el cual, agrupa una serie de elementos que lo han mantenido vivo a través de las generaciones. Abuso, inmoralidad, crímenes y una sociedad inquisidora convergieron para que este horror se convirtiera con el tiempo en películas, libros, corridos y leyendas populares que hoy en día siguen saciando la sed del morbo.
Espacios cómo el sindicato de ferrocarrileros, los baños de vapor “San José”, el Centro de las Artes, la Plaza de Armas y la explanada del Mercado Hidalgo se han ambientado en los inicios de los sesenta.
Esos años cuando, irónicamente, en un municipio de uno de los estados más católicos del país abusaban y asesinaban a mujeres que “ya no servían” para el mercado de sexo, el que tenía como consumidores lo mismo a funcionarios que a policías, o a cualquier ranchero que pudiera pagar el precio por estar con una joven no mayor a los 25 años.
En la Alameda Juan Sarabia justo enfrente de Bellas Artes y a la Iglesia de San José, se han observado las filas de camerinos, camionetas para transportar a personal y actores, camiones con equipo y plantas de luz uno tras otro llegar hasta el puente de Avenida Universidad. También, a maquillistas, vestuaristas, continuistas y técnicos trabajar.
Algunos afortunados, también han tenido la suerte de presenciar la grabación de algunas de las escenas como las realizadas cerca del Mercado Hidalgo o en los baños de vapor. Una mezcla de fascinación por el mundo del cine y la televisión, con el aderezo amargo una historia de la vida real.
LA REVISTA ALARMA!
Como no puede existir historia sin narrador, la serie también recrea una de las más cuestionadas y polarizadoras redacciones que ha tenido el periodismo en México: la Revista Alarma!; en el edificio San Rafael justo a un costado de la Catedral Metropolitana, se dio vida a ese medio que hizo de la nota roja su materia prima y de las crónicas del crimen casi un subgénero literario.
Aunque las ambientaciones y los detalles han sido muy cuidados por el director y su producción, es de suponerse que llenaron el espacio de máquinas de escribir, escritorios enormes, cubículos de madera y vidrio, que había mucho café y humo de cigarro. El arquetipo de una redacción periodística en ese entonces.
La Revista Alarma! no fue el primer medio en publicar el caso de “Las Poquianchis”, pero sí fue el que más cobertura le dio: la detención, el juicio, los testigos, las sobrevivientes y la furia colectiva que trato de linchar a las hermanas acusadas. Incluso, a 30 años del caso publicó una edición especial en la que recopiló toda la historia.
El singular medio comenzó a circular el 17 de abril de 1963 bajo la dirección de Carlos Samoaya Lizárraga, curiosamente el 21 de ese mismo mes, en un universo paralelo el hijo de una de las hermanas González Valenzuela e integrante del grupo de tráfico y explotación sexual de mujeres fue asesinado. Estos, son dos hechos importantes que darían píe a un encuentro que permitiría a esta historia perpetuar.
El concepto de esta revista era especializarse en la nota roja y el crimen, en esos años se imprimía en blanco y negro. Resaltaba en los puestos de periódicos tanto por sus escandalosos titulares como por sus toques de color amarillo, y aunque en ese entonces publicaba fotos de los hechos, no eran tan explicitas como en sus últimos números. Costaba un peso y brindaba detalles de más en cada historia; los llamados en ese entonces “crímenes pasionales”, los feminicidios, la muerte o detención de integrantes de la comunidad LGBTIQ+ y los conciertos de rock daban rienda suelta a calificativos, insultos, juicios y señalamientos en una misma nota.
Basta ver los archivos sobre el concierto de Avándaro “Aquí decimos la verdad sobre la jornada avernica, con micrófono invitan a la multitud a drogarse!. En Avándaro se registró la más infame explotación de los vicios de una juventud enferma y engañada”. O, en casos que implicaban a parejas de hombres “Sigue la calamidad de homosexuales, se aman y se besan en público. Dicen que son novios. ¡Asco! Se descaran los mujercitos”.
Sin embargo, sus reporteros realizaban exhaustivas investigaciones en cada historia. Entrevistaban al forense, a los testigos, al jefe de la policía, a los sobrevivientes, a los acusados, a los vecinos y a cualquiera que pudiera brindar información. No paraban hasta tener todos los detalles en tiempos en los que la tecnología sólo era el teléfono.
Además, según la relevancia de las historias, semana a semana actualizaban, por lo que el lector podía conocer el principio y el desenlace de las mismas.
“Las Poquianchis” fueron detenidas el 14 de enero de 1964 ya que dos de sus víctimas lograron escapar y llegar a la policía, Samoaya Lizárraga designó a Jesús Sánchez Hermosillo para reportear los hechos y la revista los publicó el 25 de ese mes. Para entonces, su tiraje semanal era de 140 mil ejemplares.
“Estampas del averno, presentamos a las pavorosas Poquianchis y las fotos de su campo de concentración", "Muerte a Las Poquianchis”, “Urge la implantación de la pena de muerte”, “Que se investigue a los políticos coludidos en este asunto”, “Ley de responsabilidades para los alcaldes, que prohíban la prostitución”, “Que las quemen en leña verde, es el grito popular”, “En León la vida no vale nada”
Todo ese juicio en una sola portada, pero con una narración que posteriormente inspiró libros. Tras dar detalles sobre “Las Poquianchis”, el tiraje de la revista subió a 500 mil por semana, y conforme salían a la luz detalles de sus delitos, la revista les dedicaba más y más publicaciones con narraciones que causaban escalofrió y morbo.
Alarma! ha sido objeto de estudio de sociólogos, criminólogos, comunicólogos y otros especialistas. Una frase popular es que, si arrancas una página de la revista y la oprimes le sale sangre, en referencia al que muchos consideran un contenido altamente violento. A lo largo de la historia, algunos de sus ejemplares como el del asesinado del conductor Paco Stanley, son considerados de culto entre aficionados a la nota roja.
De esta revista, también se dice, que fue un canal que permitió visibilizar y exponer el caso de “Las Poquianchis” pues sin el seguimiento que le dio no habría sido posible que se conservaran testimonios hasta el día de hoy.