Después de recibir apoyo de algunos líderes morenistas en su lucha por ser reinstalado en el IMSS, Almanza encabezó una protesta este miércoles denunciando supuestas deficiencias y falta de medicamentos en la institución. Sin embargo, lo que parecía una manifestación en defensa de los derechohabientes terminó siendo un golpe directo al gobierno federal y al partido que lo arropa: Morena.
El problema no es menor. Según las investigaciones del propio IMSS, el doctor Almanza no solo acumuló quejas de pacientes, sino que presuntamente se dedicaba a comercializar material quirúrgico —incluso cuando el hospital lo tenía disponible— y a desviar pacientes hacia su consultorio privado. Ahora, el mismo personaje que fue señalado por prácticas irregulares aparece como defensor de la salud pública, con una bandera de indignación que, paradójicamente, apunta contra quienes lo han respaldado.
Este caso deja en evidencia lo peligroso que puede ser apoyar ciegamente a ciertas figuras sin evaluar su historial. Para Morena, el costo político de apadrinar a un médico con antecedentes cuestionables podría ser más alto de lo esperado. La historia de Almanza es un recordatorio de que, en política, las lealtades no siempre son firmes y los protegidos de hoy pueden convertirse en los verdugos de mañana.
