En mis memorias de la infancia tengo muy presente que junto a mis hermanos disfrute de todas y cada una de las películas de El Santo que era nuestro ídolo; las convivencias con el luchador Carmelo Reyes como parte de la familia política también siempre están latentes, e imborrables son para mí aquellas noches en que en familia acudíamos al afamado Teatro Blanquita a disfrutar del show, mismo que algunas veces incluyó al mismísimo Enmascarado de Plata con su espectáculo.
Años más tarde, mis únicos vínculos con la Lucha Libre solo se dieron, primero escuchando a mi tía Rosa contar apasionadamente del robo que sufrían sobre el ring sus ídolos del bando de los técnicos a manos del referee apodado “Tirantes”, y después escuchando las historias que nos contaba mi maestro el Doctor Alfonso Morales en la Escuela de Don Raúl del Campo o de lo que a veces veía que narraba en la llamada “Triple A”.
Por eso hoy que a mis manos llegó la historia de lo que Manuel Mares y su hijo Manuelito realizan para preservar el recuerdo vivo de lo que fue la lucha libre en San Luis Potosí, me pareció justo compartirla con ustedes aquí en Área, no solo para realzar el esfuerzo que sin pago alguno realiza esta familia potosina, sino para hacer sinergia con ellos y poner el granito de arena del Exprés para que esta tradición siga viva.