Todos sabemos que en San Luis perdió Morena, aunque hay quienes aseguran que eso fue deliberado y forma parte de una negociación nacional de diputaciones federales que incluía una gubernatura para el Partido Verde Ecologista. Podríamos decir: “piensa mal y acertarás” y resolveríamos en un tris el cuestionamiento, pero no hace falta más que recordar alguno de los muchos signos que se fueron presentando y que cuando menos por olfato, vista y oído presentaban un panorama inconcebible, inadmisible y hasta repugnante: las cosas se veían raras, olían mal; y se escuchaban mucho peor.
Era tal el grado de maldad, perversidad y falta de escrúpulos que implicaba aquella estratagema, que confieso que yo mismo esperé hasta la consumación del atraco, para lograr creerlo. Muchos no queríamos porque no podíamos hacerlo, el reconocer que se fraguaba una jugada tan sucia que habría representado desde mucho antes la decepción frente a un proyecto perseguido durante muchos años. La política no podía seguir siendo sucia en casa de quienes esgrimían la lucha anticorrupción; no podrían incorporar y apoyar a los enemigos de la democracia, a los representantes de la injusticia y el desaseo. ¿Cómo podría entregarse el poder a quienes suelen detentarlo para su beneficio indebido y exclusivo? No, definitivamente eso no puede ser -asegurábamos muchos- al principio con toda convicción y al final sin más remedio. Morena no podría auspiciar al Verde, pese a que muchos de sus candidatos en esta entidad se ufanaban de representar a la cuarta transformación; es más: hasta se esperaba que en cualquier momento un golpe fuerte en la mesa por parte de la dirigencia morenista o hasta alguna impugnación por el manejo de propaganda alusiva a ese partido y al propio presidente habría de poner las cosas en su lugar…pero nada de esto sucedía. La candidata oficial de Morena tuvo que hacer ella misma pronunciamientos que buscaban convencer de que era ella y no otro, quien representaba al partido guinda en San Luis. Igual le sucedió al candidato a presidente municipal, desgastado frente a otro aspirante salido de Morena y apoyado, contra todo pronóstico, por el delegado de bienestar, a su vez desbocado en una dizque desobediencia que a la larga quedó olvidada y seguramente premiada por su esmero, pues curiosamente la única diputación federal que cedieron los neo tucanes, le correspondió a uno de los jovencitos que rodean al funcionario federal.
El asunto no es solamente el sacrificio al que una dirigencia nacional nos llevó a los potosinos, no solo a los Morenos (o algunos Morenos no todos). Tiene que ver en estas decisiones una dirigencia estatal cuestionada gravemente desde hace años, por su aberración a un discurso de perredista trasnochado al que el desconocimiento o valemadrismo de delegados de Morena impusieron desde el inicio sin escuchar a muchos que buscaron incorporarse, mismos a los que cerraron las puertas en alarde de resentimiento, complejos ancestrales y poses anarco-revolucionarias. Pero de manera muy especial tiene que ver la postura consentidora del gobernante potosino, que incluso prestó a su cercana colaboradora para la escenificación en la que terminó sacrificada, sea consciente o inconscientemente. Carreras puede haber jugado con todo derecho sus cartas, en busca de una salida más tersa y para evitar los problemas que siempre puede conllevar una entrega recepción de gubernatura, pero…aunque no se lo deseo, los negociantes verdes han demostrado desde la volubilidad con que se condujeron con Fox, luego Calderón y el Peñismo; pasando por su aventura en el sureste con López Obrador y en la cámara con Mario Delgado, hasta la veleidosidad que pudieran alcanzar con sus nuevos huéspedes ya encumbrados.
En efecto, hay por lo menos 90,000 personas que ya descubrimos el engaño y más de 400,000 que tarde o temprano se darán cuenta y poco a poco irán confesándose, en silencio por pudor y vergüenza, su error. Mención honorífica sin perdón ni olvido, merece la dirigencia de Mario Delgado; por qué Árbol que crece torcido jamás su rama endereza y pronto habrá de comprobarlo.