Hemos hablado tanto de las elecciones, de quienes en ella están participando, de los incidentes y posibles resultados de votación sin poder establecer con cierta aproximación siquiera lo que pueda suceder; ni quiénes serán los ganadores a nivel nacional ni en el ámbito local, por lo que preguntar en este momento: “Luego que va a pasar”, pareciera absurdo y bien pudiesen confundirnos con algún aspirante a clarividente, médium o profeta trasnochado; tampoco se trata de hacer en este espacio cuasi telegráfico por lo breve, un estudio de prospectiva hondo y politológico, pero con más estudio e investigación. Recuerdo, a propósito del apremio por saber el qué sucederá, alguna muletilla de las juventudes por las que transité: Y luego... pasó un borrego y después... un ciempiés. Sin embargo, hay algunos rasgos que pueden considerarse como precedente para ensayar lo que habrá de suceder después de éstas que han sido las más importantes elecciones de la historia del país, lo que me parece que además de choteo es un tanto exagerado y sin mucho sustento.
Las encuestas generales en el país señalan que el partido gobernante puede no solo repetir sino mejorar sus números respecto a la elección anterior y por separado le atribuyen un crecimiento a los partidos que se han aliado, por lo que la relación de fuerzas en la cámara de Diputados, salvo alguna excepción de los que puedan perder el registro seguiría –por los efectos de esta votación únicamente considerados- inalterable; sin embargo, la crisis partidista que en general viven todas las fuerzas y que se demuestra en alianzas y coaliciones nunca imaginadas por las diferencias en los principios -cuando menos los que han declarado en sus asambleas y documentos de origen- hacen suponer con cierta naturalidad una recomposición interna y hasta la formación de nuevos institutos o frentes que dejaran atrás algunas siglas tradicionales y podrían hasta asumir nuevos programas y compromisos ideológicos; lo que también sería oportunidad de replantearse la adquisición de nuevas ideas respecto de la vida, la libertad, la igualdad, la inclusión, etc. Así como desterrar prohibiciones que ya incluso fueron rebasadas en los hechos y por las mismas coaliciones, abriéndose más a la recepción de percepciones y gente que antes habían rechazado. Renovarse o morir, dice la sabiduría de siglos. Para los más conservadores esto será más difícil y doloroso pues en sus filas y sus programas anidan los tabúes y los mitos. Habrá que ver hasta donde les da su pragmatismo, o si este fue sólo flor de un día o de una elección.
En el ámbito de San Luis Potosí difícilmente puede darse un triunfo contundente para ninguna de las 3 fuerzas políticas que disputan el primer lugar, por lo que es previsible que habrá inconformidades, regateos y patadas de ahogado. Sin descartar que además de su judicialización, el posible conflicto alcance dimensiones y formas de presión que nos mantendrán incomodos a todos los potosinos un buen rato. En el ínterin o al final, alguno de los 3 se sumará, reconociendo su triunfo al presunto candidato ganador. Un triunfador pensante y dueño de sus decisiones seguirá el consejo de muchos conquistadores y gobernantes en la historia, incluyendo algunos representantes de los derrotados; no tan cerca como para que le inflijan algún daño ni le obstaculicen su gobierno más no tan lejos que no pueda vigilarlos. No obstante, el grado de autonomía y decisión que puedan tener los posibles ganadores puede empezar a medirse con el número, fuerza y origen de los compromisos que desde antes y durante su campaña haya contraído. No se equivoque Usted, no me refiero a los compromisos con la ciudadanía ni con alguna población en particular sino con quiénes lo ungieron candidato y lo sostuvieron frente a sus adversarios internos o en su caso los aliados de otras fuerzas que también le competían; también hay otros compromisos que ni usted ni yo conocemos, solamente imaginamos, como cuándo vemos una serie de misterio y suspenso; como cuando no sabemos dónde está la maldad, pero sabemos que existe o cuál si tuviéramos que meternos en alguna oquedad oscura, profunda y telerañenta.