Tuve la oportunidad de presenciar un panel sobre polarización encontrando el tema de lo más interesante, puesto que se trata de un fenómeno que estamos viviendo siempre pero que empieza a resultar preocupante. De entrada, sabemos que hay desacuerdos o dicotomías antagónicas en muchos aspectos de nuestra cotidianeidad y que esto puede ser hasta cierto punto natural y hasta benéfico, sin embargo, cuando la diversidad de opiniones y pareceres en cualquier tema empiezan a concentrarse en los extremos o polos, se desvanecen los puntos intermedios y desparecen las posibilidades de llegar a encontrar ya no el justo medio de las cosas sino al menos posiciones de respeto y tolerancia mutuos o bien acuerdos más o menos estables. ¿De qué estoy hablando? De que los antagonismos más comunes y explicables como lo son el que se encuentra entre la posición del Estado y la posición del mercado; el que hay entre los géneros, el que hay entre las generaciones como sucede entre los millennials y los baby boomers; la salud, el aborto la inmigración y claro, la política y las elecciones. Y en estos dos últimos rubros, la política y las elecciones, es donde convergen todos los demás temas que podamos citar. Y es aquí donde la polarización se hace más notoria.
Con el cambio del régimen del neoliberalismo pleno que se vivía, hacia nuevas ideas de mayor equidad y mejor distribución de la riqueza, mismas que aún no sabemos si podremos alcanzar, el sólo hecho de que éstas intenciones ya no garanticen la continuidad de muchos privilegios y pequeñas o grandes fortunas en algunos cuantos; los cambios en las políticas públicas sobre todo económicas, han propiciado un debate que antes no existía y que puede y podrá ser benéfico si se enriqueciera con diversos posicionamientos plurales que bien pudieran en otro momento haber sido representados por los partidos políticos. Pero los partidos políticos han entrado en una crisis casi terminal de sus estructuras ideológicas en las que ya no hay credibilidad y prácticamente están pasando al olvido ante la desmesura y cinismo de intereses económicos que los han cooptado deteriorándolos como instituciones públicas creadas no sólo para buscar el poder, sino para propiciar la discusión y el debate de las ideas a partir de la pluralidad que significaban. Hoy, sin ideologías que se respeten ni principios ni programas de acción que se sigan, los partidos prácticamente han dejado de serlo, pues la mayoría accionan simplemente como marcas o franquicias en las que se puede impulsar a cualquier personaje de los que, en la mayoría de los casos ni siquiera se sabe cómo piensan o si acaso piensan. Así las cosas, los ciudadanos buscan el rumbo sin encontrar matices y terminan acercándose a los extremos. El empujón final se encuentra en el deterioro general de las instituciones, el enorme disparo de la tecnología que hoy se vive momento a momento, la globalización de la economía y otros muchos etcéteras.
Y es que se carece de un elemento muy importante que es la participación política con la cual podría evitarse el enorme distanciamiento al que estamos entrando, pero tal participación es sólo una promesa y un simulacro pues el cartel de la partidocracia solo tiene una fórmula: vota y no te metas en política. ¿Y después de las elecciones como habremos de quedar? ¿Divorciados? ¿Enfrentados? Desilusionados, distanciados, incomunicados, lejanos y desde luego más débiles. No digo que debamos pensar igual ni que dejemos de discutir, al contrario, esto es lo que deberíamos hacer, pero sin que nos pongan a pelear, sin que perdamos la conciencia de que habremos de seguir viviendo juntos compartiendo un hábitat con sus problemas y buscando soluciones conjuntas. Para ello sí debemos fortalecer las instituciones públicas, sí debemos escucharnos y tolerarnos. Y debemos participar en política, no solamente votar. Convencer y persuadir se vale, más no el ofender y descalificar. En estos tiempos he visto como se pierden amistades, se dividen familias, se ofende a diestra y siniestra en las redes sociales y se aporta poco o nada a las propuestas; se insulta, se grita y se pintarrajea, pero poco se exigen la transparencia y la justicia. El movimiento feminista bien entendido podrá ser un elemento democratizador importante pues gran parte de los enconos provienen también de una cultura machista intolerante.