...sin embargo, las elecciones que en México se celebran periódicamente desde casi todo el siglo XX y hasta ahora, podrían acercarse peligrosamente al riesgo de su cancelación.
En efecto y no siempre de manera abierta y transparente sino hasta las últimas dos décadas del siglo XX, las elecciones en nuestro país mal que bien, han representado una estabilidad más o menos cierta al significar la posibilidad de una participación ciudadana en la toma de decisiones a través de la elección de sus autoridades. Con la primera alternancia en el poder presidencial a la llegada de Vicente Fox y Acción Nacional para la conducción del país, esta esperanza y posibilidad adquirieron un carácter aún más verosímil al desplazar al partido hegemónico de las riendas de este formidable reto que es nuestra República. Con la segunda alternancia real, a la llegada de López Obrador una gran mayoría de los mexicanos están convencidos hoy por hoy que las elecciones no sólo son útiles sino indispensables. ¿Qué habrá de suceder si de aquí al primer domingo de junio del 2021 la crisis sanitaria empeora? ¿Qué sucedería si las campañas tradicionales tengan que suprimirse casi en su totalidad evitando marchas, mítines y foros? ¿Cómo podría recabarse o actualizarse el apoyo popular a través de redes sociales exclusivamente? Y si aún esto pudiera solventarse ¿Cuántos y cómo acudirían a votar? ¿Estamos preparados ya para unas votaciones digitales? De entrada, no estamos preparados para el uso del ciber espacio en materia electoral y no lo digo solamente porque el INE haya dejado el proyecto de voto electrónico en el olvido, sino porque, aún teniendo esa posibilidad, siguen siendo minorías las que pueden tener acceso a dichos medios electrónicos, la conectividad es muy relativa… y cara.
Pero ¿No estaremos exagerando al pensar que las campañas y hasta las elecciones pudieran llegar a suspenderse? Personalmente creo que eso sí nos conduciría a una crisis política de alcances insospechados, pues como reza el refrán “río revuelto ganancia de percadores”, muchos señalarían al gobierno actual como la dictadura que rompió la democracia y se “justificarían” ataques, rebeliones e insurrecciones aún más graves. ¿Se ha llegado a ver esto? Esta el caso de Perú que ya canceló las elecciones primarias mediante un acuerdo unánime en el Congreso, pero en México no estamos en este momento para las unanimidades. Sin embargo, a nivel administrativo el Instituto Nacional Electoral tendrá que emitir acuerdos sobre protocolo sanitario de manera coordinada con las autoridades de salud y buscar hacia dentro del Consejo General del Instituto, ahí sí, los consensos más amplios para reducir las campañas a debates en estaciones de radio y televisión y presencialmente con un número reducido de audiencia.
Esto resultará más sencillo para las 15 gubernaturas que están en juego pues el interés de los medios y la percepción sobre la importancia de esos cargos son mayores; no así en el tema de las autoridades locales de diputados y ayuntamientos -salvo en las ciudades más grandes-, quiénes deberán privilegiar el uso de redes sociales que por lo demás son un recurso del marketing político que comienza a tener gran relevancia. Curiosamente creo que el uso de redes sociales irá exigiendo en esta campaña mayor riqueza y calidad de contenidos y eso significa la necesidad de que los electores potenciales identifiquen no sólo al candidato sino al discurso e ideario del mismo, así como de los partidos que los postulen. En resumen, las elecciones serán imprescindibles, las campañas tendrán que ser diferentes; el reto del abstencionismo podrá ser peor a todo lo antes visto. Si la pandemia arrecia las elecciones se verán afectadas y disminuidas; si la pandemia se reduce en términos reales tendremos mayor participación, mejores elecciones, más legitimidad de las autoridades y mejores expectativas. Todo depende de cuantos votos alcance el COVID.