Los altos niveles de marginación y pobreza que resienten las localidades conformadas por pueblos originarios plasman, como una realidad inevitable para ellos, un problema de migración. Bernarda Reyes Hernández, directora general del INDEPI, expuso que son al menos una población de 15 mil personas las que mantienen una migración fluctuante hacia Monterrey, Nuevo León, para buscar mejores condiciones de ingreso y, por ende, de bienestar.
En aquella ciudad industrializada, son empleados en diferentes actividades, desde el comercio hasta dentro del sector de la construcción. Es una remuneración más alta, lo que el Instituto para el Desarrollo Humano y Social de los Pueblos y Comunidades Indígenas ha identificado como el principal atractivo que motiva el trasladarse hasta aquella entidad.
Reyes apuntó que las comunidades expulsoras de mano de obra están ubicadas en la mayoría del territorio de la zona Huasteca, en donde radican pueblos originarios tének y náhuatl, de manera preponderante.
La titular del INDEPI admitió que, como otros fenómenos migratorios, el que se realiza hacia la capital regiomontana tiene como principal objetivo generar condiciones económicas más estables.
Reyes añadió que esas migraciones están identificadas como uno de los principales retos para el desarrollo integral de los pueblos originarios indígenas.
También descartó que, debido a ese flujo migratorio, haya localidades caídas en abandono u olvidadas por completo.
Reyes expuso que la migración hacia Monterrey, para encontrar fuentes de trabajo, es temporal, mientras que, en el resto del año, se dedican en sus lugares de origen a la producción y venta de artesanías.