Ya sea que uno hable con empresarios, políticos, periodistas o amas de casa, esa duda surge en todas las conversaciones. Algunos aseguran que Claudia solo está esperando que acabe su mandato para mostrar su independencia; otros, por el contrario, creen que seguirá exhibiendo lealtad a su mentor, ya como expresidente.
Desde el llamado “Maximato” de Plutarco Elías Calles, quien después de dejar el cargo en 1928 siguió manejando a tres presidentes de México, eso no se ha repetido en el país.
Durante el “Maximato”, Calles gobernó a través de los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, quien fue mandatario sustituto tras la renuncia de Ortiz, quien se cansó de seguir las instrucciones del líder máximo.
Fue hasta 1934, cuando Lázaro Cárdenas ganó las elecciones constitucionales, cuando expulsó a Calles del país.
Después de eso, los intentos de expresidentes por influir en sus sucesores resultaron infructuosos. Por ejemplo, en 1976, José López Portillo mandó a su antecesor y amigo Luis Echeverría al exilio, como embajador en la Islas Fiji, al tiempo que destituyó a varios miembros de su gabinete ligados al exmandatario.
Posteriormente hubo otra intentona similar, la última que se recuerda, en este caso de Carlos Salinas de Gortari, quien mandó como candidato presidencial sustituto del PRI a Ernesto Zedillo Ponce de León, tras el asesinato de su abanderado original, Luis Donaldo Colosio, en 1994.
Desde el inició Zedillo fue percibido como un candidato débil, un tecnócrata sin equipo político, que sería fácil presa de las manipulaciones de Salinas.
Tras las elecciones que ganó el PRI, Salinas trató de imponerle al secretario de Hacienda, Pedro Aspe, para que siguiera en el cargo, pero Zedillo se negó y colocó a su amigo Jaime Serra Puche.
En diciembre de ese año estalló una fuerte crisis económica que provocó una devaluación de más del 100 por ciento del peso frente al dólar, lo que detonó el enfrentamiento entre Salinas y Zedillo, que terminó cuando el último ordenó la detención de su hermano Raúl y mandó al exilio al expresidente, quien desde entonces no volvió a regresar a residir permanentemente en México.
Obvio que la historia no se repite y que hay muchas opciones de grises entre los extremos que serían un pleito entre Claudia Sheinbaum y AMLO, por un lado, o la sumisión de la presidenta a los designios del tabasqueño.
Todo será cuestión de matices y de tiempos, porque el alejamiento o distanciamiento entre ambos podría no ser de inmediato sino con el paso de los meses o los años.
Sin embargo, hay un tema que podría clarificar pronto hacia dónde vamos políticamente en el sexenio de Sheinbaum: la reforma judicial, que tiene plazos fatales y contempla la elección de juzgadores y ministros para el próximo año. De seguir adelante con ese plan, será un indicio de que Claudia permanecerá adherida a las directrices de AMLO; de posponer ese proceso, las relación entre ambos podrían empezar a verse afectada.
Por otro lado, falta ver cómo acabará la relación de los Estados Unidos de América con AMLO, dado que hay señales de que intentan involucrarlo en temas relacionados con el crimen organizado, ya sea directamente a él o a miembros de su equipo, lo que se podría activar en caso de que los vecinos del norte detecten intentos del exmandatario de seguir manejando asuntos relevantes en nuestro país.