Domingo. Solo te levantas por bebidas y aperitivos. El plan no puede ser mejor: vas a desconectar del mundo viendo tu serie favorita y vas a descansa todo lo que no pudiste en la semana. Pero resulta que las cosas no salen como pensabas...
Es común pensar que un día de total reposo debería dejarnos con más energía, pero muchas personas experimentan lo contrario: una sensación de agotamiento sin haber hecho esfuerzo físico alguno. Este fenómeno, aunque puede parecer paradójico, tiene explicaciones bien fundamentadas en la ciencia.
La inactividad prolongada afecta tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, hasta el punto de producir cansancio y afectar a la calidad del sueño.
Diversas investigaciones han demostrado que tanto el sedentarismo como la falta de estímulos mentales contribuyen a la sensación de fatiga. Estos estudios sobre reposo prolongado y los efectos de la inactividad en el cuerpo humano evidencian que la falta de movimiento físico y la ausencia de estímulos mentales son factores clave. Un combo que genera una sensación de agotamiento general, similar a la que se experimenta después de realizar actividades intensas, aunque sin la misma carga física.
El cuerpo humano ha evolucionado para moverse. Esto explica que cuando pasamos largos periodos sin actividad física, como durante un día sedentario, ocurren una serie de cambios fisiológicos. El reposo prolongado afecta negativamente a los músculos, pues reduce su masa y su fuerza.