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¿Y SI TU HIJA FUESE LESBIANA?
16/06/24 | 10:52 | Por: Fernando Díaz-Barriga
Uff, qué fuerte título dirían los jóvenes de hoy. Pero es que la homosexualidad no es un tema fácil de vivir, de aceptar o simplemente de leer. Las preferencias sexuales “no normales”, “no naturales”, “no divinas”, se esconden, se tapan, se buscan curar y al final se persiguen, se castigan, se critican y por supuesto, pocas veces se aceptan.

Pero nada esconderá la realidad, la fortaleza y el amor, que existen detrás de todos aquellos rostros que gritan y marchan por sus derechos enmarcados en un arcoíris multicolor.

Como en tantas cosas, el mundo de ahora es diferente y el pensamiento tiene que evolucionar para entenderlo y participar. Las miradas religiosas sobre el tema, sean cristianas, católicas o musulmanas, están equivocadas. Respeto creencias y dogmas, pero soy intolerante a la ignorancia voluntaria.

En el pasado, ¿cuántos sufrieron ataques de los adoradores de algún Dios por atreverse a abrir cuerpos humanos o por decir que la Tierra no era el centro del universo?

En este sentido, entonces ¿de dónde vienen los homosexuales? Porque ya se definió que enfermos no lo están. La homosexualidad no es enfermedad, ni desgracia divina, así como la tierra no es el centro del universo. Creencias sin validez científica, creencias que solamente han ocasionado sufrimiento innecesario y retraso en el conocimiento total de nuestra humanidad.

El origen de la homosexualidad es todo un debate, pero como siempre tiene que haber una carga genética, que la hay; y una carga ambiental, que la podría haber. Por ejemplo, estudios entre gemelos idénticos, con la misma carga genética, predicen que la diferencia entre un gemelo homosexual y uno heterosexual estaría en la modificación química del material genético, algo que se llama epigenética.

Resulta que muchísimas sustancias químicas son capaces de crear este fenómeno ya que actúan como hormonas. Una modificación química específica, en un momento preciso del desarrollo, en una zona clave del cerebro, podrían llevar a definir la vida sexual. Pero, además, muchas modificaciones epigenéticas son irreversibles e incluso heredables.

Pero bueno, no quiero ni pretendo explicar en un párrafo las mil discusiones que existen y existirán sobre el origen de la homosexualidad. Más bien me remito a una hermosa historia.

Un día el padre le comentó a su hija: “pequeña ¿qué te pasa? estás muy rara. Nada, pá, ando bien”. Esa noche, el padre le comentó a su esposa el temor de que la hija anduviera en drogas, por fortuna la esposa, experta en toxicología clínica, opinó que la chica, ni tenía la personalidad ni el comportamiento de una adicta. Pero la inquietud paternal se mantuvo y finalmente tuvo frutos.

Una semana después padre e hija comían. Al final de la comida la hija le comentó al padre. “Papá tengo algo que comentarte, algo muy fuerte, algo que nunca me vas a perdonar”. El padre rápido señaló, “¿Tienes adicción a alguna droga?”, un “No” rotundo fue la respuesta. “¿Estás embarazada?”, tampoco. -“Ahh eres gay”, -“sí, soy lesbiana”. La reacción del padre fue fenomenal, la abrazó, le llenó de besos y le dijo, “pequeña, no te preocupes, no tengo que perdonarte de nada. Pero habla con tu prima que también es lesbiana, tienes que aprender a cuidarte” (es tanta la represión social sobre el tema que el primer temor es la agresión). Todo perfecto, pero en realidad, esa noche el padre no pudo dormir. Por fortuna, su esposa, mucho más preparada que él para este contexto, lo apoyó.

Hoy, mi hija Paulina vive en Inglaterra con su pareja. Una adorable chica lituana. Es amorosa, lucha por la humanidad y le sirve al prójimo de una forma total. Mi Dios la quiere mucho y es que está claro que el hombre no ha sabido interpretar bien las señales de la divinidad. Soy feliz y mi hija también lo es. Si Usted tiene un hije homosexual, les tengo un consejo, se le llama abrazo y se le dice “te quiero”.

 

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