Los contendientes que se hayan quedado en la orilla ya habrán empezado a reflexionar sobre las fallas cometidas a lo largo de sus campañas electorales, tanto sobre quienes de sus respectivos equipos les quedaron mal y si algunos de ellos llegaron a traicionarlos al favorecer a sus rivales con sus yerros u omisiones, como ocurrió en contiendas electorales anteriores y peor si aparecían como los favoritos para llevarse el triunfo de lo que hay varios ejemplos de candidatos que parecían tener el enemigo en casa.
Uno de éstos que esta columna pudo atestiguar se dio hace doce años cuando el equipo del candidato que parecía destinado a ganar la gubernatura y todos sus colaboradores, como la gente en general lo daba por hecho, el presunto inminente gobernador de esa época no se percató de que unos de sus cercanos en vez de dedicarse a promover su imagen y mensajes electorales, se dedicó a tratar de ganar contratos publicitarios con los candidatos a las alcaldías dejando en último término la obligación de ayudar a su jefe.
Era tanta la soberbia y la seguridad en el triunfo de sus colaboradores que la noche del mismo día de la elección con la certeza de que ocuparían un alto cargo en la administración que, según ellos, empezaba a nacer, en grupo acudieron a una agencia de vehículos de lujo y se embarcaron adquiriendo costosas unidades.
Sin embargo al día siguiente y después de enterarse de la derrota de su jefe por poco y sufren un infarto algunos de ellos, por lo que no tuvieron más remedio que reunirse de nuevo para regresar a la agencia de vehículos ,pero no para engancharse con otros sino para rogar al directivo que los había atendido la noche anterior que aceptara la devolución de los que compraron en su primera visita, lo que a regañadientes aceptó, pues solo los habían corrido del lugar de venta hasta sus respectivos domicilios. El hecho se convirtió en una anécdota que entre grandes carcajadas se contaba en las mesas de restaurantes y clubes sociales fifí de la ciudad, por el ridículo que hicieron al querer disfrutar anticipadamente de las mieles del triunfo que no logró el que pudo ser su jefe y gobernador, por tratar de hacer negocios a costa de su cercanía con él en vez de cumplir con sus tareas para afianzarlo como ganador y así se escribió la historia del fracaso de alguien que parecía nacido para ser gobernador.
Otro ejemplo de un candidato que hasta el día de la elección superaba con diez o veinte puntos porcentuales en las preferencias a su femenina rival, que tampoco triunfó al ser víctima de traiciones y omisiones de la gente que supuestamente debía apoyarlo, fue el empresario Jacobo Payán Latuff cuando aceptó ser postulado a la alcaldía capitalina por un partido que en sus siglas lleva el color azul.
Por su amplia popularidad entre los potosinos nadie dudaba que llegaría al cargo sin problemas. No obstante, tanto su equipo como los directivos locales y nacionales de ese partido cayeron en un exceso de confianza inexplicable y no percibieron que los expertos en trapacerías del principal partido rival se aprestaba a aplicar las mañas y trampas que lo caracterizaron durante décadas, para hacer ganar a su candidata además de que hubo dirigentes que, según lo comenta el propio afectado, empezaron a negociar con los opositores la derrota de su candidato.
ALPISTEANDO
Hay quienes ya han cruzado apuestas sobre cuál de los candidatos gubernamentales sale a denunciar fraude electoral si el resultado no le favorece o, de menos, a acusar que se trató de una elección de Estado por lo que es importante salir a votar.